la caída
Hace una semanas unos agentes de cine me hicieron una propuesta muy apetecible a la que no me pude resistir. En un principio la propuesta me pareció fácil y estupendamente pagada, por lo que decidí aceptar. Pensé que, dentro de la cantidad de cosas que sé hacer y que hago con dudosa capacidad, esto se me podría dar verdaderamente bien y sin cargos de conciencia. Actuar de mí misma en un película no puede ser muy complicado, ya que yo, soy yo todo el rato. No obstante, no tenía demasiado claro qué era lo que querían de mí, ni lo que ellos se esperaban de mí en dicha actuación. Así que sin pensarlo ni un momento comencé a grabarme vídeos en el día a día haciendo mis labores, registrando concienzudamente mis conversaciones con la gente, lavando los platos, cuidando mis plantas, cagando, paseando a la perra, cocinando, escribiendo. En seguida creé una enciclopedia audiovisual de mi vida más cotidiana, que revisaría y practicaría, imitando cada gesto, cada tono de voz, actuando cada movimiento.
Al cabo de unos días, mientras me hacía el desayuno vino mi marido y me preguntó si estaba nerviosa, que por qué me temblaba tanto la pierna últimamente. Llevaba días completamente absorbida por mi labor actoral, observando los vídeos de mis grabaciones caseras concienzudamente y no me había dado cuenta de que tenía tembleque en la pierna. Por un momento sentí que todo se desmoronaba y que el trabajo de esos días se había ido al garete. Todos mis esfuerzos por entender cómo funcionaban mis movimientos no habían servido para nada. ¿Cómo no me había dado cuenta? ¿Estaba tan nerviosa realmente?. La verdad es que para no ser actriz estaba haciendo unos esfuerzos inmensos para hacerlo lo mejor posible, pero mi capacidad de observación era nula. Pensé que claramente, sería bastante difícil aproximarme lo más mínimo a actuar según la imagen que los demás tenían de mí misma.
Esa tarde, decidí deshacerme del estrés pretraumático poniéndome unos vídeos en el ordenador para hacer ejercicio. La monitora me daba ánimos raros, me prometía propósitos que no lograba entender. Por cada saltito que daba veía cada vez más difuminado lo que tenía que hacer y las metas estaban menos claras. La monitora de piernas infinitas me pedía buscar un punto fijo para no perder el equilibrio y yo reparé en la luz de una lamparita de mesa que se veía tras el stor clarito de un vecino. Había perdido de vista la sonrisa imposible de la monitora online pero su voz robótica me guiaba. Mientras aguantaba la respiración, la luz del vecino se apagó y el punto fijo se desmoronó por completo. La caída resultó ser una de las escenas más importantes de la película, película que vio muy poca gente pero que me dio de comer para un par de meses.
Al cabo de dos semanas, decidí comprarme por internet un disco duro nuevo para guardar y catalogar todos los vídeos que seguía grabando porque le había cogido el gusto a eso del cine. Cuando bajé a recogerlo, un señor del portal de en frente me miró con sorpresa, agitó los brazos y vino corriendo a saludar como apurado. Que cómo estás, que vaya hostión te metiste el otro día. No te preocupes, tampoco es para tanto, le respondía pensando en cómo tiene los cojones de ser tan cotilla y encima ni ocultarlo. Sí sí, te diste un buen capón, será por ese tembleque loco que tienes, te caíste como así, y el menda, lo imitó unas cinco y seis veces. Yo comenzaba a enfadarme, porque no hay respeto alguno por la intimidad de nadie y encima me estaba imitando mal. Los dos nos tiramos al suelo, a ver quién lo hacía mejor, se rompió el disco duro y él nunca cambió la bombilla de la lamparita de su escritorio.
🐶🐶
🙏🌷 visual404 es un medio autogestionado.
Las colaboradoras de este número han sido remuneradas.