tetas y balas

Leo en mi perfil de Steam. Vale, supongo que simplemente le hacía gracia, a alguien con quien acabo de jugar, saltarse unos cuantos límites y ponerme un comentario así.

 

Vaya, míralo, éste quiere lanzarme el típico símbolo de respeto (“+rep”) pero le da la vuelta y no me lo dice por ser buena jugadora, sino porque le han gustado mis fotos. 

 

Ostras, la sutileza murió aquí mismo.

Como aficionada a los shooters competitivos, cualquier oportunidad de tener interacciones con otros jugadores son arenas movedizas por las que he aprendido a andar. Con la experiencia he aprendido a pensar que no me están definiendo a mí, sino que se están retratando ellos mismos. Pero aun así, y aunque me considere afortunada porque me suelo tomar con humor o indiferencia, me estaría mintiendo si dijera que no afectan a mi calidad de juego.

Dejemos los comentarios que leo, vamos dentro del servidor. “Hello, team”. Un nuevo día, una nueva partida, voy a ser una buena compañera de equipo. “Hola Emma, ¿qué tal?”. Sé que si me hablan directamente es porque soy mujer, porque nunca los he visto hacerlo con hombres.

Pero no pasa nada, los disculpo. “Hello, team”, dice un compañero con voz expresamente aguda, intentando imitarme. Es increíble la cantidad de hombres que rodean la veintena y que encuentran gracioso ridiculizar la voz de una mujer. Y no son pocos, quizá ésta sea la reacción más típica cuando me escuchan hablar.

Ops, éste ha llegado a un nuevo nivel. Decido no contestar, porque sé que no me lo está diciendo a mí. Quizá lo parezca, pero simplemente está haciéndose el valiente frente al resto de los compañeros de equipo. O lo que él entiende como “valiente”, al menos. Es la misma energía que cuando un turista, en medio de la calle y rodeado de sus amigos, me pregunta con una sonrisilla: “¿A dónde vas, guapa?”. Al momento, está más pendiente de cómo sus amigos le ríen el comentario que de mi reacción.

A veces, he sentido cierta culpabilidad por quejarme mentalmente de los comentarios más leves.

No es que me digan en cada partida que me van a violar, aunque sí haya escuchado algo así en alguna ocasión. Pero los comentarios del día a día duelen igual cuando están basadas en pensamientos tan pesados y contundentes.

 

Si lo aislamos, no es un mazazo que me lo pregunten. Lo realmente doloroso es que tantos hombres perciban el trabajo sexual como un insulto, algo que devalúa directamente a la mujer. O que la percepción externa de la sexualidad femenina nos vaya a convertir en mejores o peores personas. 

Eso es lo que me pregunto mientras me matan esa ronda por estar despistada, tras lo que viene al momento otro pensamiento. “Que no usen esta muerte como excusa para reforzar su premisa de que las mujeres no sabemos jugar, por favor”. Con suerte, no lo dicen directamente, pero es recurrente que empiecen a hablarme peor.

En medio de comentarios presentes, de la carga de comentarios pasados y de la tensión frente a posibles comentarios futuros, me vuelvo más callada mientras estoy en partida. Entiendo que la comunicación es esencial en shooters competitivos, pero a la vez hay días en que se me acaba la energía. Me tomo un respiro, hago broma en Twitter, me lleno de comentarios positivos y después vuelvo a un mundo que, de momento, se resiste a cambiar.

 

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