¿Y mi manteo?

 

“ Nos dimos de alta en la Diputación de Valladolid como grupo de   danzas Gérticos en el 97, que tengo aquí los papeles. Pero en el pueblo ya bailábamos desde unos años antes” –me dice la Chus.

No le iba a decir que me arrepentía de que ya no bailásemos por si me echaba la bronca (fui una de las primeras desertoras), pero al final se lo digo. “A mí también me da mucha pena que ya no bailemos” dice. Fue la profesora de jotas de Wamba (mi pueblo) durante varias generaciones. En medio de la nostalgia también recuerdo que ensayar en verano a los 9 años está bien, pero a los 15 prefieres otras cosas (como por ejemplo, revelarte contra tus propias tradiciones).

De aquella veía las jotas como una forma de pasar por el aro, hacer lo que se esperaba de mí. Desde el ahora, lo miro y me parece un escape, un espacio insubordinado.

 

Esta danza [la jota] se baila en corro y aúna a sus integrantes creando un sentimiento de comunidad al ritmo 3×4 que es, curiosamente, el ritmo de los latidos del corazón. Es una manera simbólica de poner en valor la relación entre ciertas tradiciones y una lucha que pone ese latido, la vida, en el centro. (Celia Varona en El Salto)

 

 

Instrumentos de cocina

Vanesa Muela (cantante, percusionista, trovadora e investigadora) lleva más de treinta años trabajando el folklore de Castilla y León. En el escenario explica toda la tradición que hay detrás de los instrumentos, una labor donde la mujer es clave: 

Las mujeres han sido las transmisoras de este legado, de abuelas a nietas, de madres a hijas. Salvo en el caso de los instrumentos de viento (la dulzaina, la flauta de tres agujeros, la gaita) y el tamboril, que eran patrimonio de los hombres. Porque ellos tenían que desplazarse a otros pueblos a tocar… Imagínate, si les tenían 5 o 6 días contratados en un pueblo a 50 km, que iban con burros andando y tenían que hacer las dianas, las procesiones, los pasacalles, los bailes… y eso a las mujeres no les estaba permitido. Lo único que les ha estado vetado han sido los instrumentos de viento por ese motivo, pero no porque no tuvieran capacidad. Entonces ellas se replegaron en la percusión y sobre todo en panderetas, panderos cuadrados… la percusión más casera. Los instrumentos de cocina, tapaderas, sartenes, cucharas, morteros… que también se utilizaban, solo lo tocaban ellas. Si en algún caso había algún hombre que tocaba pandereta lo tocaban con movimientos distintos, podía tocar una jota pero los toques de hombre eran diferentes a los toques de mujeres. En las zonas rurales ellas han sido las artífices de que esto se transmita. 

En mi pueblo quienes bailábamos jotas éramos nosotras (ellos se fueron bajando del carro). Pero cuando venían los dulzaineros, siempre eran hombres. 

Vanesa Muela: En este país en general hay un problema con la danza y con los hombres. Es cierto que danzas como el paloteo, danzas más rituales o guerreras… han sido territorio de hombres. Aunque antaño en el baile bailaban porque ahí se iba a ligar, tenía una función muy práctica, el que mejor bailaba pues más chicas tenía. Pero el tema de la danza en este país sigue teniendo connotaciones despectivas hacia la homosexualidad. 

Lo que es la jota la bailaban hombres y mujeres por igual; se bailaba en círculo en la plaza durante 5, 6 o 7 horas, hombres en un lado, mujeres en otro. Y el hombre siempre cruzaba la línea divisoria para ir a buscar a la mujer, es decir, las tenían que sacar ellos. Y había un sistema de rotación, el chico te sacaba, tu podías decir sí o no, pero si decías que sí tenías que bailar tres piezas con él obligatoriamente y la primera era la jota; luego un ligero y terminaban con el agarrao que es a lo que iban. Los hombres bailaban y han bailado siempre, también es verdad que las mujeres si no las sacaban a bailar bailaban entre ellas y en muchos pueblos cuando yo canto la última jota ahí da igual hombres con hombres mujeres con mujeres… y esto es una gozada verlo ahora. 

Chus ha sido la primera y única profesora de jotas que hemos tenido en mi pueblo, le pregunto por qué formó el grupo: “porque erais muchísimas chicas en el pueblo y yo quería hacer algo. Yo aprendí sobre las jotas en la sección de danza de la Sección Femenina, después entré en el grupo de la Diputación de Valladolid y como me gustaba mucho monté el grupo. Al principio también había algunos chicos; Fernandito, Mariano, también estuvieron Alejandro, Mario… Erais 20 o 25 entre los tres grupos. Luego ellos se fueron borrando, ¿no te acuerdas que los pequeños bailaban El Candil? Pero pronto os quedasteis solas vosotras, que erais muchas. Me acuerdo que en La Espadaña por ejemplo tenían que ser 12 y erais 14 así que teníamos que coger en la cadera y la rodilla para poder bailarla todas. Qué bonita era la Espadaña, ¿verdad?… A mí me gustaba mucho aunque la Jota de Íscar era la que más me gustaba porque tenía muchos pasos. La Galana también era muy bonita, y Las Habas de Bercero

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y también monté el grupo porque quería algo para mi pueblo. Algo bueno… una actividad que perdurase, porque luego estas tradiciones se van perdiendo y da muchísima pena cuando se pierden… 

Escribe María Sánchez en Tierra de Mujeres:

¿Cómo apreciar lo que te rodea y asumirlo como propio si de por sí ya naces con una inferiorización dada, si el propio sistema desprecia tu forma de vida?

Nuestras abuelas lo llevan en la frente. Como tantos mayores de nuestros pueblos. Sentir vergüenza del lugar de donde vienen. Esconder las manos en los bolsillos de sus batas cuando llega visita de fuera. Preferir el silencio a la voz. Trabajar sin descanso para que sus hijos se puedan marchar. 

Eusebio (Mayalde) hace una reflexión similar en “Folk! Una mirada a la música tradicional”: “(…) cuando se iban a la ciudad no querían saber nada de todo el ‘paquete de pueblo’ ni jotas ni nada”.

Ana y Corazón son las integrantes de Ajuar, una propuesta basada en las jotas tradicionales pero desde una mirada actual. Quieren que las tradiciones de sus lugares de origen (León y Extremadura) no se pierdan, y para ello revisan algunos códigos del pasado para dejar constancia del presente.

Ana: “a mí las jotas me han gustado siempre porque siempre me ha gustado mucho cantar. Yo soy de León, de León capital (siempre digo que para desgracia mía, no porque no me guste León sino porque me gustan mucho los pueblos). Pero es que incluso en la capital se cantan muchas jotas, están muy presentes en las fiestas populares, en las fiestas de San Froilán en octubre, en las reuniones familiares, en el colegio… desde pequeños nos enseñan las jotas.

“Yo soy de un pueblo de Extremadura que está en Badajoz, se llama Campanario –ahora habla Corazón- aunque con 9 años ya estaba aquí en Madrid. A mi las jotas nunca me han interesado pero cuando Ana y yo nos hicimos amigas no sé en que momento surgió que una de las dos recordó una canción de su pueblo y nos dimos cuenta de que tenían cosas muy parecidas porque en León y Extremadura por la trashumancia ha habido mucha conexión. Y nos apeteció quedar un día para escuchar las canciones de nuestros pueblos pero era algo más desde la nostalgia que con un interés musical. Y todas esas canciones nos parecían preciosas, pero tenían algunas letras que nos parecían horribles; eran canciones que teníamos interiorizadas y relacionadas con momentos como las fiestas del pueblo  o de reunión y recuerdos bonitos de la romería… y ahí decidimos cambiar las letras”.

Al preguntarle por las letras de la música tradicional, dice Vanesa Muela:

“Tenemos letras de todo tipo aunque al final las q trascienden son las q son un tanto picantonas, las que son machistas… Lo que se cantaba era el reflejo de la sociedad, y como era una sociedad machista pues a las mujeres les daban por to’ los laos. Yo creo que se deben conservar para saber lo que realmente pasaba y porque son el reflejo de nuestra historia y nuestra tierra, no hay por qué censurarlas. Pero yo puedo decidir lo que quiero cantar y lo que no. Yo recuerdo una canción que grabé con Hexacorde, un corrido maragato precioso que decía ‘mañana voy por soldado con intención de volver, si vengo y estás casada de tu sangre he de beber’. Tal cual. O sea tú imagínate cantar esto ahora… Yo canto la de verdad y digo: esto se cantaba así pero yo lo he transformado y digo ‘si vengo y estas soltera contigo me casaré’. Está bien tener la verdadera pero yo estoy en mi derecho de querer cantarla o no o querer inventarme otras letras porque me dé la gana. Porque esas letras han venido de gente que se las ha inventado también o sea no han aparecido aquí por arte de magia. Entonces tú en tu espectáculo, en tu concepto… puedes hacer lo que te dé la gana. Solo faltaba que te vengan los puristas a decir cómo tienes que hacer tu espectáculo. Yo tengo que saber que eso existe pero luego cantaré lo que a mi me parezca”.

“Nosotras –dice Ana, de Ajuar- tampoco es q nos planteemos ‘vamos a hacer una letra feminista, queremos hacer un grupo  de jota feminista…’, no fue para nada así. Pero nosotras somos feministas y eso supongo que se ve en todo lo que hacemos. Muchas de las letras más reivindicativas han surgido de una contestación a la letra original como “El Baile” que dice ‘ten cuidado rapaciña no vayas al baile sola’ (la original se llama Campo Naraia) o ‘que te pinte mal, que te pinte bien, tú me lo has de dar querida Isabel’. Ahí hemos contestado y por eso nos ha salido una canción tan reivindicativa hablando de que las mujeres podemos estar en los espacios públicos, que no tenemos la responsabilidad de las violaciones etc. De todas formas hay muchas canciones tradicionales que se comparten de un pueblo a otro y que la letra es totalmente distinta. 

Y añade Corazón: “también tiene que ver con el respeto y el cariño por todas estas letras que musicalmente son nuestras raíces, que han cantado nuestras antepasadas. La pena es que esas canciones siguieran teniendo esa misma letra porque no podrían evolucionar ni la sociedad evolucionaría con ellas. Así que a mi me parece importante que nos sigan acompañando y que sean (además de más amables) más revolucionarias. Pero todo esto parte de un profundo respeto y también de las ganas de que eso perdure en el tiempo, que puedan seguir pasando por las siguiente generaciones sin que sea un despropósito”.

El planteamiento de Ajuar reside en el costumbrismo contemporáneo: “Al final las canciones tradicionales hablan del día a día y de cosas costumbristas. Nuestras costumbres han cambiado mucho, nosotras no vamos a misa, por ejemplo, así que no le cantamos canciones a la virgen. Pero hacemos otras cosas, por eso tiene sentido que cambien las letras, para que siga siendo lo que es la música tradicional, una música de costumbres”.

La ‘llave’ de la Hermandad

El verano pasado, mientras hablaba con la Asociación de Amas de Casa de Wamba con motivo de su nombramiento como pregoneras de las fiestas, me contaron que la asociación se creó precisamente a raíz del grupo de jotas; cuando las mujeres se juntaron para coser los manteos del grupo y de ahí salió la idea de crear ese espacio de reunión para otras cosas. 

Para el ensayo de las jotas nuestro sitio era lo que llamamos La Hermandad (una casa que pertenece a los agricultores del pueblo y que hace años que ha dejado de tener trasiego). Ahí ensayábamos todas las canciones excepto La Espadaña porque los techos eran bajos y para bailarla teníamos que irnos a algún espacio abierto o a una hera.

Le pregunto a Chus si no le gustaría que nos volviéramos a juntar…

“Mira, yo tengo todavía la llave de la hermandad y he dicho que no la voy a entregar todavía… Me dice Jandri que si por si acaso, y digo: ‘pues si’. Porque de aquella que lo dejamos quedaron la Chus, Elena… y dijeron que iban a ir los viernes pero luego se apuntaron a las sevillanas, que empezaron a bailar aquí también. Y mira, al final las sevillanas son las q han ido subiendo un poco… porque las jotas nada. Digo yo que sería porque lo veían más movido y por eso se animaron. No lo sé, el caso es que hemos dejado lo nuestro, que es la jota, aparcada”.

Quien sea de fuera de Valladolid quizá desconozca que en ciudad y provincia llevamos unos años celebrando fiestas rocieras durante los meses de abril y mayo.

Vanesa Muela: “Aquí pasa algo muy curioso y es que nos dicen que en Castilla y León somos muy cerrados, serios, antipáticos… y en realidad somos muy permeables a todo lo que venga de fuera. Y por otro lado somos gente que en general no valora o no ha valorado lo suyo. Entonces todo lo que viene de fuera nos parece estupendo, que creo que es por la ignorancia que tenemos de nuestras propias raíces. No tengo absolutamente nada en contra de esa afición que hay en Valladolid por las sevillanas; a mí me pueden gustar o no, pero no me siento identificada. A mí lo que me gustaría es que no hubiera que esperar al 23 de abril para tener un festival de folklore de nuestra tierra, la verdad. Pero bueno en todo caso que la gente se reúna para cantar y bailar también te digo que siempre me va a parecer bien”.

En sus puestas en escena, tanto Ajuar como Vanesa Muela coinciden en combinar elementos modernos con elementos tradicionales en la parte performativa.

Ana: a mi al principio me apetecía vestirme con el traje regional pero luego hablando con mi tía me dijo que si estábamos dando una vuelta a las letras y haciéndolas más modernas (entre comillas) que igual tampoco tenía sentido ponernos unos trajes con los que íbamos a estar incomodísimas, que igual estaba bien la idea de poder adaptar eso a nuestra personalidad y poder llevar zapatillas o llevar botas… Y así surgió. Las faldas que llevamos Ana y yo están hechas a partir de la tela que yo tenía de cuando era niña porque las abuelas te las hacen para que te sobre un montón por abajo para luego poder ir sacando. Los chalecos están sacados del diseño del chaleco extremeño pero sí que los bordados nos apetecía q nuestra amiga Tania Berta Judith, que es artista, nos hiciera unos bordados en base a nuestra propia tradición familiar y estuvieran representados elementos importantes de la familia o dibujos simbólicos sobre nuestros pueblos…

Corazón: a mí me gusta mucho la idea de que pueda convivir algo nuevo con cosas antiguas que tengamos. Por ejemplo Ana se pone una camisa que tiene que creo que era de su abuela; yo me pongo unos pendientes de mi madre y también en alguna ocasión he llevado el mantón de manila de mi familia, que lo compró a plazos mi bisabuela… Entonces está guay que yo me pueda poner un mantón de manila y al mismo tiempo lleve mis botas militares. Es como que me siento yo así.

Vanesa: yo antes salía con trajes antiguos pero me di cuenta de que era una estupidez, hacía que mucha gente se alejara del concierto. Porque tiene prejuicios, te ven vestida con el manteo… Ahora salimos más modernitos… Yo ya te digo que tengo una visión bastante amplia de todo esto.  

 

 

Cuando íbamos a los festivales de folklore (y teníamos que vestirnos en polideportivos o ayuntamientos) prestábamos una especial atención al cuidado de las demás. Nunca estábamos muy lejos de casa pero el resultado final en la indumentaria dependía únicamente de nosotras, las familias no solían acompañarnos para poder revisar que el atavío luciera impecable. Cada vez que salíamos de Wamba se ponía en evidencia más que nunca la red humana que habíamos creado alrededor de la jota. Mientras mis amigas del colegio comentaban en alguna sala de recreativos cómo había sido su noche anterior en la discoteca Campus, mis amigas del pueblo y yo echábamos el sábado con otras mujeres de edades dispares con las que además de bailar jotas compartíamos anécdotas, comida y risas. Era nuestro territorio de resistencia de alguna manera, una forma de no hacer lo que se esperaba de nosotras.  Las que sí que nos acompañaban en estas excursiones eran Pili y Andrea (amigas de Chus y vecinas del pueblo), que nos ayudaban y cuidaban; las tres juntas eran lo más parecido a nuestro equipo de management.

“Crear un vínculo y cuidarlo. Esa es la única manera de que nuestro medio rural no desaparezca y siga existiendo” (María Sánchez en Tierra de Mujeres)

Una moda / una nostalgia / una hoguera

De ese momento en que Sandra, Natalia, Teresa, Margarita, Nuria, María Elena, Rosa, Mari Cruz, Carmen Mari, Arancha, Sofía (mi eterna pareja de baile jotero) y yo formábamos el grupo de jotas del pueblo y hasta hoy, han pasado unos cuantos años y el folklore ha transitado por diferentes momentos. El actual nos lleva a pensar que, al menos en el circuito musical que colinda con el mainstream, pasa por una época de auge.

Vanesa: Llevo cantando 37 años y sí que noto en la gente más joven una preocupación real por sus raíces, una mirada introspectiva, pensar y reflexionar sobre cuáles son mis raíces, cuál es mi música… Un poco como reacción al bombardeo que tenemos de cosas de fuera y esta globalización. Pero también creo que es una cosa de modas, se ve de una manera muy bucólica la vida del pueblo, el mundo rural… Yo ya he vivido varias de estas y como ya lo conozco, no sé hasta que punto es algo real o algo que parte de la gente que ahora está descubriendo esta música. Que está muy bien de igual manera, está muy bien que sepan que existe porque como no sale por la tele ni por la radio parece que es invisible.

Las olas del folklore (o de cualquier otra música) también son ciclos que mantienen la pervivencia de una cultura concreta.

Ana: lo que pasa es que mucha gente que está fuera de los círculos del folklore se está interesando por el folklore. Gracias a artistas como Rodrigo Cuevas o como Lorena Álvarez. Sin embargo los círculos del folklore siempre han estado y siguen estando ahí, y son muy potentes. En los años 00’ me acuerdo que apareció Hevia, Carlos Núñez, Cristina Pato o Mercedes Peón, que estaban en todas las televisiones y la gente tenía sus discos… Hevia hizo la música de la vuelta a España… creo que siempre hay momentos en los q el folklore encuentra su sitio en públicos más amplios. 

Por ejemplo, hace poco –explica Corazón- Rodrigo Cuevas salió cantando en el programa de Buenafuente. Entonces supongo que quizá sí es algo mainstream porque hay muchas propuestas que están inspiradas o que parten de lo popular. Es extraño; porque tampoco creo que esté de moda la música popular, porque si no serían los coros de los pueblos los que estarían cantando en Buenafuente y no una revisión con música electrónica y de toque experimental… De todas formas hay algo ahí en lo popular que nos conecta como seres humanos; da igual que seas de Albacete, de África o de Latinoamérica… 

Esa conexión con nuestras raíces está siempre presente. Quizá el momento en el que estamos sea un contexto que apela a ellas directamente pero ya venía estando presente desde hace tiempo.  

Dejando a un lado el contexto socioeconómico, basándonos en la nostalgia y en las raíces, supongo que todxs y cada unx de quienes salimos de nuestros pueblos cuando somos jovencitxs nunca dejamos de acordarnos de ellos de una manera u otra. Y que esto, en algún momento, se va intensificando.

Ana: cuando empecé a tocar la pandereta (que fue hace poco, cuando empezamos con Ajuar) me di cuenta de que yo cuando estoy sin hacer nada suelo hacer el ritmo de la jota con la mano. O sea en la mesa o con un vaso… es un ritmo que llevo muy dentro y cuando no estoy pensando me salen los ritmos de las canciones tradicionales. 

Corazón: a mí me pone muy contenta cuando estoy cantando todas esas canciones, aunque lo haga en una ciudad o en un entorno que no sea el original o del que viene, me siento como que formo parte de toda esa estructura de mujeres antepasadas que han cantado estas canciones en momentos de fiesta y me siento como que formo parte de la red de las antepasadas. También me parece importante a la hora de expresarlo que sí que siento que puede llegar a gente que quizá esté reñida con la música popular o porque ha podido tener experiencias pasadas en el pueblo en las q no se ha sentido entendida… o en las que ha sido reprimida por ejemplo por su identidad sexual o lo q sea. Entonces como que esta trasformación de las letras puede llegar a gente que de otra manera no le llegaría. 

Una vez (continúa Corazón) después de un concierto, una chica se acercó y nos dijo que ella era de Plasencia, de un pueblo de Extremadura, y que de niña bailaba pero que ella era lesbiana y en su pueblo no podía vivir como ella quería, así que estaba un poco reñida con eso. Entonces nos dijo que había sido súper emocionante el concierto porque se había podido reconciliar con su yo del pasado. Y eso la verdad es que es preciosísimo. Tú cantas estas canciones y la gente canta contigo, es una sensación de comunión muy guay.

En “Folk! Una mirada a la música tradicional” dice el músico y folklorista Joaquín Díaz que “la tradición que no evoluciona se queda en arqueología, no es tradición”.

Vanesa Muela: Aquí hemos tenido muchos problemas en los últimos años. Lo que no entienden la mayoría de los grupos es que cuando te subes a un escenario deja de ser tradición, en el momento en que hay gente que te está viendo y no está participando de eso. Puedes tocar una pandereta, una sartén, intentar imitar los ritmos que se hacían tradicionalmente… pero es un espectáculo. Cuando lo sacamos de su contexto es un espectáculo. A mí me gusta todo, pero lo que más hago es de corte tradicional. Yo tengo una línea de conciertos que se llama “De Raíz”, y salgo con unas cucharas, una sartén… y claro que estoy tocando una jota, y claro que estoy respetando, pero también estoy aportando mi granito de arena con lo que es mi visión, mi forma de cantar, mi estilo, mi gracia… Y eso enriquece porque es una evolución. Pero es que estamos evolucionando continuamente, ¿cómo se va a mantener la música anquilosada en el pasado? El arte, como las personas, cambia continuamente. Y si no evoluciona se muere. 

… o se quema:

Claro que conservo los CDs y las cintas de cassete con las que bailábamos -dice Chus. Bueno a la que lleva el grupo de Torrelobatón [pueblo cercano a Wamba] la di CDs con música y también con la forma de bailar, un recopilatorio que sacó la diputación y yo lo cogí. Y aquí en casa tengo las cintas de cassette, sí… que a veces digo ‘bah, las voy a quemar’. Pero luego las saco y no las quemo: digo ‘¡cómo las voy a quemar!’

(…)

Qué recurrente resulta el fuego en los entornos rurales. Por un momento me imagino aquellas cintas a las que tanto trote dimos ardiendo y pienso en la película Amama, cuando la familia termina convenciendo-obligando al padre para que queme la mayor parte de cosas antiguas que tiene guardadas en el caserío y de las que no se quiere deshacer.  

En Wamba la temporada de verano (la de ensayos de jotas) también comenzaba con fuego. En la fiesta de San Juan todas las pandillas nos reuníamos en torno a una hoguera para -a medida que avanzaba la noche- terminar juntándonos todos alrededor de una sola (casi siempre la de la Peña Ilegales).

 

 

Núria solía ser quien se ubicaba en el medio del círculo mientras todas las demás hacíamos nudos a los pañuelos cogidos de nuestras manos; como si al final, al soltarnos todas diéramos por terminado el conjuro.

Ojalá Chus nunca queme esa cinta de las jotas. Ojalá ningún repertorio de jotas se llegue a quemar. Ojalá solo se haga dobleces, como los manteos, como la falda de Ana, y simplemente se adapte a diferentes generaciones metiendo y sacando el bajo para que viva, para que perdure.

 

 

 

 

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