niebla, seda y hierro
“Al igual que la mano no puede soltar el objeto ardiente sobre el que su piel se funde y se pega, la imagen, la idea que nos vuelve locos de dolor, no puede arrancarse del alma, y todos los esfuerzos y los rodeos de la mente para deshacerse de ellas lo atraen hacía ellas”.
Paul Valéry
Una imagen es una huella, un rastro, un trazo visual del tiempo. En The Green Knight, desde la primera secuencia nos internamos en el enigma de una aventura poética. Bajo la bruma matinal, un ambiente luminoso contrasta con el oscuro interior donde se encuentra el protagonista durmiendo. Mediante un largo plano-secuencia, Gawain recorre los recovecos y al salir, una vista inhumana, un plano al ras del suelo, muestra la altura de las almenas y las torres del Castillo. Una escena que confecciona una atmósfera donde la épica se une a lo fantástico, dando a entender que un mundo de hechizos se esconde debajo de lo cotidiano.
La película apela constantemente a una sensación, un desplazamiento de la visión que cede paso a lo háptico. En ese universo estético, en cada imagen, encuentro una marca de autenticidad debida a una capacidad para abismarse en las cosas.
Pero hay también lugar para el plano de la ensoñación: en este potencial para la fantasía, enla construcción de una temporalidad y una lógica singular, también se gesta el terror. Si el relato presenta cierto modo de organización, en la amenaza de alteración de esta estabilidad se ubica lo siniestro, una sensibilidad que es casi , aunque no completamente, inefable.
Cuando la repaso en un segundo visionado, los detalles que había pasado por alto se conectan de acuerdo al universo
interno que se construye en torno a lo visual. Mediante una combinación de imágenes se puede percibir fácilmente la productividad de una selección de recuerdos para la descripción general de su historia. Quizás lo característico de la obra es la centralidad en las texturas, su sensibilidad material para desarrollarla conceptualmente: una atmósfera insoportablemente húmeda sobre una vegetación esponjosa, un fajín suave y encantado, una espada mítica.
🌿 un abrumador paisaje verde, un mar de nubes 🌪️
La imagen de la naturaleza convoca un inmenso poder que desborda el encuadre: es asumida como una dimensión dramática en la que el bosque, el agua, la luz, el día, la noche, son formas vivas y mutables. A partir del viaje de Gawain en búsqueda del Caballero Verde, la naturaleza revela una presencia etérea que diluye la razón. Durante la primera media hora el film nos lleva a través de la historia, pero nunca nos sumerge en la vorágine, en la suspensión de las certezas, en la vacilación del sentido. La atmósfera -demasiado espesa – revela lo siniestro del film.
Bosques y senderos interminables, acantilados extensos, el protagonista los atraviesa con una inquietud que a menudo se manifiesta con reacciones somáticas. Puede ser que, en un principio, Gawain quedara anonadado ante esos paisajes, pero, con el transcurso del tiempo no tardará en aprender a transitar esos escenarios.
Antes y después de cada encuentro con los personajes fantásticos (Winifred, gigantes, etc.), el gradiente entre la pérdida del sendero con la consecuente carencia de certezas espaciales y la pérdida de la razón es casi infinito, pero él finalmente, los puede recorrer.
Constantemente los paisajes son invadidos por una densa capa de niebla que en su tactilidad, suman una intensidad a las imágenes. Esta capa, el ambiente espeso en la tensa calma de los paisajes, revela un sentimiento extraño. La difusión atmosférica vuelve engañosa la percepción, con la presencia del agua y el aire en elementos de la imagen que afianza y concentra la ambigüedad. La película convoca una fuerza afectiva en el poder de sus imágenes.
Siguiendo a Freud, lo siniestro se caracteriza como una vivencia contradictoria donde lo extraño se nos presenta como conocido y lo conocido se torna extraño. Ese sentimiento que siendo familiar y conocido regresa a nosotros con una sensación de extrañeza y contenido terrorífico que nos produce angustia (1).
Si Freud plantea que lo siniestro se vincula con los deseos reprimidos, entonces ¿de qué forma aparece esto en la película? ¿Qué concepto familiar se vuelve desconocido? Los miedos reprimidos que se niegan a ser descubiertos son los relacionados con la masculinidad, sobre aquellas preguntas de qué es lo que hace a un gran hombre.
Al proponer un trayecto a partir de elementos mutables, dinámicos, es difícil de combinar, una serie extensa de problemas o preguntas que no encajan entre las imágenes y los conceptos. Y quizás la dificultad consiste en que el film subraya la textura, la superficie sensual y el estilo, pero no a expensas del contenido. Es en esta cuidadosa síntesis donde la forma desborda la narración y remite a los caracteres de sus personajes, a sus conflictos, a su sonido y sus colores. De hecho, también en mi recuerdo, el vínculo entre el protagonista y el resto de los personajes se puede pensar a partir de ese cruce: sus movimientos son livianos (como su determinación), sus gestos son ambiguos (como su decisión). Este recorte visual entonces, condensa una red de asociaciones, una cadena de sentidos construida por la película.
Los encuentros fugaces con los distintos personajes fantásticos y las acciones furtivas del mundo natural parecen exceder la comprensión del protagonista. Algo sugiere estar moviéndose por debajo de la superficie, pero ¿qué es? Una lección parece desprenderse de lo enigmático del mundo natural. ¿Acaso no es a través de las figuras femeninas de las cuales tiene que aprender?
El monólogo de la dama del Castillo sobre el musgo, describe al verde como una fuerza imparable tanto de creación como de destrucción: las hojas de la vida y la podredumbre de la muerte. Nadie muere frente a cámara, pero cuando las cosas se ralentizan nos detenemos en imágenes de cuerpos en estado de descomposición o en el protagonista marchando hacia su propia desaparición.
Otro de los personajes que más despertó mi afección es el pequeño zorro (que habla) y acompaña al protagonista en gran parte de su viaje. Su aparición es crucial porque simboliza la
conexión con el poder femenino que se manifiesta para devolver la creencia en la naturaleza y sus enigmas. Cuando Gawain parece perdido en ese mundo laberíntico o simplemente se encuentra en peligro, el zorro lo protege y potencia su vinculación con lo sublime de la naturaleza.
El recuerdo o el sueño como memoria afectiva despliega el potencial necesario para desprender progresivamente una lectura profunda del film.
🧚 un fajín encantado… de deseo?💦
Un fajín verde y dorado, suave y aterciopelado, envuelto en un halo religioso condensa las posibilidades de sentido a lasque se abre la película. Antes de comenzar su viaje, la madre de Gawain insiste en que el uso de esta cinturilla lo protegerá de cualquier peligro que pueda enfrentar. Una imagen que se presenta precisa, exacta: una reminiscencia imborrable. A partir de un recorrido de momentos incisivos, el protagonista parece guardar una relación especial con este objeto; su cuerpo es rodeado por él y parece estrecharse en cada momento en que pone en riesgo su vida. El fajín encantado representa lo religioso, la importancia del mundo pagano en la simbología del film. Este mundo toma una relevancia exquisita a lo largo del relato, a través de la representación de las brujas (entre ellas, la madre del protagonista), del Caballero Verde y de ciertas imágenes que apelan a diversos ritos asociados a la naturaleza. Efectivamente, la cinturilla concentra la unión mágica entre el universo pagano y el cuerpo humano. Y el film parece indicar que sólo mediante esta comunicación con los ritos, con lo pagano, se puede salir ileso.
Las imágenes táctiles, las texturas y los colores se intensifican. Un destello anticipa una tensión sexual entre el protagonista y la Dama del Castillo. Si el fajín representa la unión del protagonista con el mundo pagano, esta escena lo lleva a su clímax:
“¿Crees en la magia?”, ante la pregunta desconcertada y confundida de él, ella vuelve a especificar, “en la brujería, ¿crees en ella?”, a lo que Gawain responde afirmativamente, y ella insiste: “Está a nuestro alrededor”. Acto seguido ella lo estrecha contra su cuerpo y él completamente perplejo nota que ella lleva el fajín en su cintura. “Lo hice yo, hay un encantamiento cosido en sus hilos, llévalo y nunca serás golpeado”. Ella lo acaricia y lo masturba con él, preguntando una y otra vez “¿Lo quieres?” mientras responde jadeante: “sí”. Inmediatamente después del orgasmo de Gawain, la Dama lo deja con la cinturilla, manchada con su semen, y las palabras de despedida: “No eres un caballero”.
⚔️ una espada de doble filo 💀
La historia comienza con una voz en off que nos cuenta las heroicas hazañas del Rey Arthur pero luego hace una distinción “este no es el Rey, tampoco es esta su canción”.
En un ambiente jocoso dentro del Castillo, entre brebajes y un gran banquete, los caballeros de la Corte están reunidos para celebrar la víspera de Navidad. De repente irrumpe en el salón real un Caballero Verde sobre un caballo proponiendo un “juego navideño”: se dejará golpear por su propia hacha dando honor y gloria al caballero que le derrote, pero a cambio en un año y un día ese caballero tendrá que viajar hasta la Capilla Verde donde el golpe le será devuelto.
Gawain acepta el juego decapitándolo mientras el Caballero Verde se levanta, recoge su cabeza y le recuerda que tienen una cita dentro de un año y medio.
Las imágenes más brutales son continuadas por imágenes de gran tranquilidad y belleza, donde el tiempo parece detenerse.
A menudo la crítica que ha recibido el film es que en nada se parece a una película de acción, donde sus tropos más definidos como la adrenalina de la violencia, la emoción de la persecución que se da a los espectadores (y que representa una gratificación inconsciente sobre su propia masculinidad) quedan eliminados. Ese lugar de comodidad para el espectador masculino queda destruido: esta no es una película de acción. Por cierto, la escena anteriormente descrita es la única donde el protagonista utiliza un arma para lastimar a alguien, y es quizás la peor decisión que cometa en su vida. Todo el armamento encantado que Gawain obtiene al comienzo es inmediatamente destruido y robado, provocando que su vulnerabilidad ante el peligro y la humillación masculina se intensifique.
El Caballero Verde será el personaje que simboliza el ideal masculino, por un lado es el personaje más fuerte y grande de la película y a su vez muestra la menor emoción, pero por otro lado, es una especie de marioneta narrativa de un grupo de mujeres. Durante su primera aparición, vemos como su diálogo proviene de una carta escrita por la madre de Gawain, enunciada a través de los labios de la Reina Ginebra. Y si bien se presenta como algo extraño, encaja muy bien con la idea de que son las mujeres las que saben más sobre lo que hace a buen hombre que la mayoría de estos; puesto que ellas son las que a menudo, cuando un hombre es malvado, pueden sufrir más. Pero al final, la fluidez del género del Caballero Verde desaparece, ya no vemos a su madre controlando la línea narrativa, solo vemos la parte masculina. De hecho, su masculinidad se intensifica cuando Gawain al esperar que despierte, su rostro es reemplazado brevemente por el del Rey Arturo. Al final, ya no vemos que el protagonista adquiera una nueva concepción del honor, en efecto se siente como si finalmente obtuviera lo que quería desde un principio, es decir la aprobación de la figura paterna.
Gawain no es la persona más importante del mundo. Nunca derrota a un enemigo ni salva a un amigo. Su búsqueda se siente menos como una historia de heroísmo que una exploración de su propio subconsciente. El protagonista, no tiene idea de qué se supone que es un hombre. Las leyendas románticas que rodean a los relatos de caballería son más como una historia que los caballeros se cuentan a sí mismos sobre sí mismos. A Gawain se le pregunta frecuentemente por qué emprende esta búsqueda suicida y nunca tiene una buena respuesta, “¿de verdad vas a ir?”, “¿qué esperas ganar al enfrentar todo esto?”.
Y en este sentido, lo ambiguo está marcado por la crisis de masculinidad. Según Tim Edwards, cuando un personaje masculino pierde cualidades naturalizadas como masculinas aparece lo que el autor llama “crisis externa” asociada al contexto social. Luego se produce una crisis interna en el hombre que ve su propia subjetividad descentrada y desintegrada2. Ambas entonces están conectadas, y a partir del viaje, su situación límite le da a su vez la posibilidad de tener una reflexión: en el linde caótico de la supervivencia Gawain se pregunta a través de imágenes de ensueño y los recuerdos por su propia existencia, por el sentido de sus actos.
El viaje que emprende es más de vulnerabilidad que de empoderamiento, y una vez más, esto significa una pérdida de autoridad según los ideales de la masculinidad. Los momentos de asombro provienen de la naturaleza, cuando el lenguaje desaparece y todos los temores de Gawain se reducen a un pequeño e insignificante destello en un abrumador paisaje verde, de esta forma asume el mundo natural como el ámbito de su redención.
Y en ese minuto decisivo, la inclinación ante el Caballero Verde y luego su aceptación, confirman que la masculinidad todavía se siente extraña, lo familiar todavía se siente desconocido y lo inquietante todavía sigue presente. El mundo sigue siendo extraño e incognoscible, pero él puede entenderse a sí mismo. A partir de este momento el honor ya no es una palabra que necesita de una definición externa, ahora es un sentimiento que viene de adentro. simplemente dejarse ser vulnerable.
The Green Knight versión Lowery es, sin duda, el reverso de las diversas adaptaciones cinematográficas del poema del siglo XIV Sir Gawain y el Caballero Verde. En sus antípodas, Lowery juega a partir de los matices del cine de terror y de fantasía como géneros para dar su versión moderna: una tan perfecta como onírica. Finalmente Lowery crea un universo donde todo encuentra un sentido: entre las oposiciones de lo cristiano y pagano, la naturaleza y lo siniestro, de luz y oscuridad, los ideales de honor o la masculinidad se deforman en una complejidad generando una deconstrucción mítica propia de nuestro tiempo.
(1) Freud, S. “Lo ominoso”, en Obras completas, 1975, vol 17, 2002.
Las colaboradoras de este número han sido remuneradas.